El costo escondido de las deportaciones

Mario Márquez tiene apenas 22 años y aunque es joven comparte su experiencia de vida con estudiantes que se están preparando para ir a la universidad como parte de su empleo universitario.

Márquez tenía 15 años cuando su vida dio un giro y tuvo que madurar. Ya ha pasado casi una década del día en que se vio obligado a crecer sin sus padres.

Entre el 2011 y 2013 aproximadamente medio millón de menores de edad estadounidenses como Márquez enfrentaron una deportación o detención de por lo menos uno de sus padres, de acuerdo a American Immigration Council.

De acuerdo a expertos en salud mental estos casos pudieron dejar la huella de un trauma psicológico para muchos de estos niños y adolescentes.

Los padres de Márquez eran inmigrantes indocumentados en Estados Unidos. Después de salir hacia México por una emergencia familiar ya no pudieron regresar a su lado legalmente y fueron deportados al intentarlo.

“Decidieron ir al funeral. Yo les dije que no fueran. Pero se les hacía feo, a mi papá, no poder despedirse de su padre. Porque es la última vez que lo iba a ver”, dijo Márquez.

Sus padres viajaron a Chihuahua, México porque su abuelo paterno falleció. Márquez dijo que cuando su abuela paterna murió, su papá no se perdonó el no viajar a México para despedirse.

Es por eso que decidieron arriesgarse esta vez.

Márquez tuvo que tomar la decisión de quedarse en el país sin sus padres porque quería completar su educación en Arizona.

Crecer sin sus padres fue un reto.

“Nunca tenía un lugar estable en donde quedarme. Entonces me quedaba con diferentes familiares. Con supervisores de los trabajos que tenía o con mis amigos. Siempre batallando donde poder vivir”, dijo Márquez.

El joven empezó a trabajar para poder mantenerse. Fue empleado en un restaurante de comida rápida. Y logró asistir a la Universidad Estatal de Arizona (ASU) donde trabaja como “embajador” para estudiantes que se están transfiriendo a esa institución desde colegios comunitarios. Márquez se graduará con dos licenciaturas y una maestría en los próximos años.

Su adolescencia fue dura, pero no estuvo solo y se mantiene agradecido con las personas que le ayudaron.

“Mucha gente me ayudó a tener un techo arriba de mí y que tuviera comida y siguiera mi educación”, compartió.

Mario Márquez tuvo que separarse de su familia cuando tenía 15 años y permanecer en los Estados Unidos para completar sus estudios.

Pasar por una situación como la que él vivió puede resultar en problemas psicológicos.

“Se genera el trauma del abandono. Puede haber trauma y este trauma se reflexiona o se realiza en el miedo. Los miedos no resueltos nos pueden dejar en un trauma”, dijo la psicóloga Fanny Duran.

Duran recomendó que las familias busquen apoyo emocional para sus hijos. Eso es lo que ofrecen organizaciones como ALIENTO.

“Lo que hacemos es que proveemos talleres de arte y sanación para que por medio del arte podamos procesar nuestros sentimientos de que es lo que ha pasado de que no tengamos a nuestros padres”, explicó Reyna Montoya, la fundadora de ALIENTO.

Aunque Márquez puede ver a sus padres, es costoso y poco frecuente.

“Todavía no me he acostumbrado, y creo que nunca me voy a acostumbrar. Porque siento como que parte de mi vida, como que me la arrancaron. Como que me la arrancaron y ya nunca la voy a poder recuperar”, dijo el joven.