Combaten aumento en delitos de odio destruyendo estereotipos

PHOENIX – Balbir Singh Sodhi estaba arreglando las plantas en el jardín de su gasolinera en Mesa, Arizona cuando Francisco Silva Roque le disparó. Balbir murió al instante. Tenía puesto su turbante tradicional de la fe sij. Tan sólo habían pasado cuatro días de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Dieciséis años después del asesinato de su hermano, Rana Singh Sodhi quiere educar a más personas sobre la cultura, la comunidad y la religión sij, en un momento en el que la muerte de su hermano por un delito de odio, no es la excepción.

El Southern Poverty Law Center, una organización nacional que se dedica a la investigación de este tipo de casos reportó un aumento en delitos de odio y grupos de odio desde la elección del presidente Donald Trump.

No hay una cifra exacta sobre las delitos de odio cometidos en contra de las personas que se identifican como sijes porque nadie llevaba un registro hasta el 2015, de acuerdo a la Coalición Sij un grupo que apoya a esa comunidad.

A partir de ese año, el Bureau Federal de Investigaciones (FBI por sus siglas en inglés) incluyó a las personas que son sij en su archivo de datos de delitos de odio, de acuerdo a Mark Reading-Smith, sub-director de la Coalición Sij. Antes de 2015, los delitos contra esa comunidad eran clasificados en la categoría de anti-islámicos o no se los incluía.

Rana piensa que la educación es la clave para acabar con los prejuicios raciales.

“De esa forma, más gente entiende quiénes son sus vecinos. ¿Por qué se ponen un turbante? ¿Por qué tienen barba?” dijo Rana.

Rana es parte de la nueva campaña “We Are Sikhs” o “Somos Sijes” que busca combatir los delitos de odio.

Usar un turbante es parte de la expresión del compromiso con Dios para las personas de la religión sij de la India, pero existe un estereotipo que asocia a quienes se visten así con el terrorismo.

“Todos los seres humanos somos iguales”, dijo Rana. “Debemos respetar y entender y amar a todos”.

A nivel nacional algunas organizaciones como la Liga Antidifamación (ADL por sus siglas en inglés) se dedican a vigilar los delitos de odio que impactan a diversas comunidades.

“Un sólo crimen de odio es demasiado”, dijo Carlos Galindo-Elvira, director regional de ADL. “No importa si es en contra de un miembro de la comunidad sij o un miembro de la comunidad latina o un miembro de la comunidad judía”.

Más de medio millón de personas en Estados Unidos pertenecen al sijismo que se originó en la India hace más de 500 años. La campaña en Arizona se lanzó en la gurdwara, un templo sij en Glendale. Según esta religión, todas las personas sin importar su procedencia o creencia religiosa están bienvenidas al templo.

Los sijes tienen lo que se conoce en el idioma panyabí como las cinco “k”: kara (pulsera de hierro), kirpan (espada de ceremonias), kachera (ropa interior), kesh (cabello que no se ha cortado nunca) y kanga (peine).

Los miembros de esta religión no se cortan el cabello porque es una regalo natural de Dios y quieren aceptar este regalo sin cambios. Ellos creen que todos los seres humanos son iguales. Por eso, como parte de su religión todas las personas están invitadas a visitar un templo gurdwara.

Importancia de reportar delitos

Durante el lanzamiento de la campaña contra la discriminación y el odio, estuvo presente el sheriff Paul Penzone del Condado Maricopa quien enfatizó la importancia de denunciar estos delitos con la policía.

“El gran problema es el conocimiento de las culturas”, dijo el sheriff Penzone. “Combatir los delitos de odio tiene un impacto, pero para abordar todo este asunto de forma holística, tenemos que poner nuestra buena voluntad para entender y aprender más y colaborar con los culturas a las que servimos”.

A exactamente 13 años del asesinato de su hermano, Rana estaba en un supermercado comprando flores para una ceremonia en su honor cuando vio a una mujer y su hija que se le hicieron conocidas.

“¿Las conozco? Yo tengo un restaurante. ¿Son mis clientes?”, les preguntó. Ellas respondieron con un “no”. Cuando finalmente se dio cuenta de quiénes eran regresó a hablarles y les preguntó si conocían a Francisco Silva Roque. “Sí. El es mi papá”, respondió la joven.

Rana le dijo de inmediato que el padre de ella había matado a su hermano Balbir.

Las sorprendió invitándoles a una ceremonia en memoria de su hermano. Un año después Rana recibió una llamada desde la cárcel. Era Roque el hombre que le quitó la vida a su hermano.

La mañana del tiroteo había bebido tres cervezas, de acuerdo a un documento de la corte. En estado de ebriedad manejó a la gasolinera de Balbir y a través de la ventana de su automóvil, le disparó cinco o seis veces. Después, le disparó a una familia de Afganistán y a otra persona de Líbano. La única persona que murió, fue Balbir.

Roque fue sentenciado a cadena perpetua. En el teléfono Roque le pidió perdón y los dos lloraron juntos.

“Cuando yo le abrí mi corazón, él se dio cuenta de su error y eso nos acercó”, dijo Rana. Después me dijo que si el saliera de la cárcel, iría conmigo a educar más gente y viajaría conmigo. Así podríamos hacer este país más libre de odio”.